30 nov 2009

10 nov 2009

Competitividad (ii)


-Triste cosa que nos creamos este cuento.


El salón del Atlético había vivido tiempos mejores. Tenía las paredes de un color rosa viejo, que era mas viejo que rosa... casi tornando al sepia. Los pisos eran de madera. (Ojo, digo madera y no parquét. Esos de los listones largos que medio se quieren arquear cuando se los pisa fuerte). Las mesas de madera estaban eternamente desnudas salvo que a algún descuidado se le ocurriera pedir algo para comer, cosa que por suerte no ocurría todos los meses.

Tomé el diario y le señalé el titulado.

Me miró como sin entender, entendiendo.


- Una cosa es hacerle creer estas zonceras a los del pueblo que no vieron una vaca fuera de una “expo” jamás... pero que los que somos del sector nos creamos estas chantadas es otra cosa....


El mozo llegó con el café. No sé si por costumbre o por orden del patrón, cada café venía acompañado por un vasito de soda y 2 (dos) amaretis, cuya fecha de consumo óptima había pasado hace rato. A esta altura (segunda vuelta de café) ya juntábamos 4 vasitos de soda y dos cazuelas de amaretis sobre la mesa... lo cual era demasiado para dos gringos acostumbrados a gesticular con manos brazos y torso.


-Como miden la competitividad? Si es por producción un pequeño productor puede producir lo mismo o mas que cualquier pool.


Le di lado para que entrara mientras revolvía el café. El mozo evacuaba los sobrantes de la mesa y me alcanzaba un cenicero de chapa que tenía estampado en el fondo el logo de una cerealera hace años desaparecida.

Levantó una ceja y largó:


-Posiblemente solo consideren las ventajas de la escala... las bajas de costos y mejoras de precio de venta por mayores volúmenes... pero en lo otro creo que estoy con vos... puestos a comparar kilo a kilo producido... es otra cosa la competencia.


Afuera sonó un trueno muy fuerte y se largó con renovados bríos a llover... acto seguido se cortó la luz. El Mozo y el patrón pasaron raudos hacia el fondo y por una puerta de chapa que daba al patio comenzaron a accionar el arranque de un grupo electrógeno.

Me largó una sonrisa maliciosa... como poniéndome sobre aviso del el próximo comentario.


-¿Sabés una cosa? En eso pensaban los viejos que inventaron el impuesto a las ganancias... además de agarrar un mango mas.


4 nov 2009

Competitividad

Hacía una hora y un café que estábamos. Ya habíamos pasado los temas de rigor: Cuando y que habíamos sembrado, cuando y que íbamos a sembrar, precios, costos, márgenes, pronósticos climáticos y de mercado... No nos reconsiderábamos amigos, por lo tanto el apartado personal solo había durado un par de minutos y tenía un carácter mas bien de demostración de afecto que de cabal conocimiento sobre la vida del otro.

Nuestra mesa era, por lejos, la menos elegible del bar. La misma carecía de vista al televisor, estaba cerca de los baños y desde ella era imposible apreciar la entrada y salida del colegio normal y profesorado. Simplemente permitía ver el Ombú de la esquina de la plaza y el frente de la consignataria “Tierra Ganadera”.

Lo peor de la tormenta ya había pasado, pero seguía goteando con tal displicencia que daba a entender que, lo que de ahí en mas cayera, era de yapa. La lluvia en cuestión nos había juntado en el bar del club Atlético mucho antes del horario habitual, por lo cual no cabía esperar que apareciera ninguno de los muchachos, al menos por un rato.

En la mesa de al lado estaba el diario “La Región” edición de “vaya a saber uno que día” con los hechos mas destacados del pago en su primera plana: Inauguración de una canilla de agua potable en una plaza, victoria del “Sport” frente al “9 de julio” por la liga local, y la crónica de la visita del flamante secretario a la localidad...

Ahí me detuve. El copete, en negrita y entrecomillado rezaba: “Somos conscientes que el pequeño productor no puede competir con los grandes pooles”.

Alguna vez habíamos tocado el tema. Lo recuerdo bien porque a raíz de eso averigüé el significado del término “falacia”.

Sabía de sobra que mi interlocutor no era fácil de arrastrar a una discusión. Para lograrlo debería exponer sólidos argumentos y evitar lugares comunes o chicanas...

Junté coraje, alcé la mano, pedí una vuelta de café y arranqué...